¡Que rabia!, el goteo de la llave me despertó. No sé por qué razón de noche se me alertan todos los sentidos; las membranas de mis tímpanos se agudizan de tal manera, que el repicar incesante de la gota de agua que cae de la llave, estrepitoso, de un salto me levanto de la cama y quedo paralizada al instante, escuchando si desperté a alguien en la casa.
Entonces, sigilosa voy a ver que hay de comer, mientras mis sentidos se siguen alertando. Estoy muy conciente de la intensidad de mis respiros, los ojos se me agrandan y capto toda clandestina mirada hacia mi, que se transforma en un atroz delirio de persecución. Ojos de arácnidos, ojos de zancudos, ojos de gato, ojos de peluches, de muñecas; cualquiera es peligroso oculto en el lecho de la noche, de tal forma que me desplazo muy calladita y alerta siempre.
A lo lejos en el farol, percibo el aleteo de las polillas y unos discretos gemidos y movimientos nocturnos en la casa de Amanda, mi vecina, que me atraen de manera imantada. Mi hambre acrecienta en cada segundo que marca el reloj del velador, pero decido investigar más los ruidos.
El viento de esta noche nublada, atrae desde lejos el olor del invierno húmedo, el olor del rocío mojando tenuemente el césped y la tierra. Sigo caminando en dirección a la casa de mi vecina, creyéndome sombra para no ser descubierta, cuando en un segundo me descubre Faruk.
-¿A dónde vas Celeste?- Me pregunta. Bastó con que pronunciara mi nombre de esa forma tan sensual para recordar nuestro último encuentro, tan furtivo como siempre y apasionado bajo aquella noche estrellada… que se me erizan todo los pelos. Cuando vuelven a su lugar, noto en los ojos de Faruk, un brillo fatal… entonces, no nos importa el húmedo pasto ni mis escandalizadores gritos ante los vecinos. Faruk… Faruk… Faruk… Cómo resistirme a su fornido cuerpo y cómo no caer rendida ante sus hipnóticos ojos verdes y su pelo largo, descuidado.
Después de aquella colisión de extenuantes y rápidos movimientos, como estrella fugaz recuerdo el motivo que llama a mi curiosidad. Me despido de Faruk con una última caricia a su cuerpo e inicio nuevamente mi disimulado recorrido hacia casa de Amanda; me introduzco por una ventana semiabierta, despacito, sin hacer el más mínimo ruido comienzo a recorrer la casa en busca de los excitantes gemidos que llamaron mi atención.
Mi tímpano late tan fuerte cómo mi corazón ante ésta ansiedad de descubrir de dónde provienen los 3 gemidos, que cada vez se intensifican más, mis pies persiguen a mi oído ágilmente… hasta que doy con mi anhelado tesoro, los ojos se me desorbitan al ver la escena… a lo lejos un halo del farol, refleja mis filosos colmillos, fijo mi puntería moviendo mi cola y salto velozmente a devorar los apetitosos ratoncitos, saciando, finalmente, mi hambre.