Partió el profesor Pedro Fuenzalida Rodríguez y la causa Mapuche perdió a uno de los suyos

Partió el profesor Pedro Fuenzalida Rodríguez y la causa Mapuche perdió a uno de los suyos

05 Mayo 2021
El Covid-19 se apropió del profesor Pedro Fuenzalida Rodríguez y el 27 de marzo acabó con su vida. En su despedida, emergió todo el aporte construido en años de trabajo y vinculación. Qué mejor reconocimiento para un profesor que la consideración y respeto de sus estudiantes.
Roberto Bravo >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Invitado
Educación, Los Lagos.

“Las palabras nunca alcanzan, cuando lo que hay que decir, desborda el alma”. 

Julio Cortázar.

La educación en Chile, en todos sus niveles, ha sido precarizada y mercantilizada. El formato estatal ha luchado, para, desde la adversidad, en contra de quienes desconocen el valor de lo público, hacer su aporte a la sociedad.

A la Universidad la han clasificado y segmentado, para justificar su estado actual y validar el negocio. La verdadera validación tiene que ver con la valoración que de ella hace la sociedad. La comunidad universitaria tiene en su amplia misión, el imperativo de vincularse con la sociedad, sus académicos deben procurar ser referentes, desde los cuales favorecer el curso de los saberes e impactar como catalizadores de desarrollo humano y bienestar social. 

Ese rol universitario lo entendía y ejercía con convicción el Profesor Pedro Fuenzalida Rodríguez. El Covid-19 se apropió de su ser y el 27 de marzo acabó con su vida. En su despedida, emergió todo el aporte construido en años de trabajo y vinculación. Qué mejor reconocimiento para un profesor que la consideración y respeto de sus estudiantes. La comunidad universitaria resintió su partida. Las comunidades mapuches, representadas por sus loncos, hicieron lo suyo, con un huinca humilde, que con el tiempo cosechó respeto, aprecio, consideración, al que despidieron como un hermano y al que acompañaron en su fusión espiritual con su tierra. 

Nos conocimos con Pedro siendo estudiantes de pedagogía, nos vinculamos rápidamente a la contingencia política en los años ochenta. Un grupo de amigos, desde el compromiso ideológico diverso, hicimos de nuestras vidas una vorágine de acontecimientos y acciones, acometidas con claro propósito, sólo con el espíritu que nos movilizaba.

Pedro, de tan democratacristiano que era, a poco andar se dio cuenta que su lugar no era ese, la política partidista, sino la lucha por el reconocimiento del Pueblo Mapuche, por la reivindicación de la multiculturalidad. 

La lucha reivindicativa de los pueblos originarios, es identitaria, de rescate cultural. Da cuenta de un pasado que se quiere superar, por violento y traumático, para proyectar una visión, donde el reconocimiento sea el atributo más apreciado, sobre el cual validar una identidad.

El desempeño profesional de Pedro siempre estuvo ligado a la Universidad de Los Lagos, docencia e investigación fueron los ámbitos a los que les dedico tiempo y esfuerzo, se doctoró y preparó para ello. No obstante, la decisión de hacer un aporte a las comunidades mapuches con las cuales se relacionaba, desde los atributos de un hombre respetuoso, que apreciaba el tiempo y las relaciones con las personas, lo situó también en la marcha cuando era necesario, en la asamblea proponiendo, en la intimidad reflexionando su praxis docente y política.

Cuando la ramplonería, la falta de convicción y compromiso campean en la academia, sobre todo en la política, una pérdida de éstas se siente. La consolidación de un proceso de reconocimiento y validación cultural, tendrán en la mirada y aporte de Pedro, el faro que guiará a quienes, desde la convicción, seguirán en la lucha, en el camino trazado.

El Pueblo Mapuche perdió un ciudadano de su causa, quien con serenidad, con la entereza de un guerrero y la pedagógica de un comprometido profesor, luchó con convicción por sus ideales.

Académicos y estudiantes, loncos, pobladores de Frutillar y las comunidades mapuches de la Provincia de Osorno, su familia, mujer e hijos, sus amigos, nos quedaremos con el recuerdo, con lo mejor del hueichafe Fuenzalida.

Dedicarle unas letras a un amigo fallecido, es reconocer lo difícil de asumir su muerte, en la cual, se nos va algo también de nuestra vida.