Educación: La filosofía al servicio de las habilidades del siglo XXI

Educación: La filosofía al servicio de las habilidades del siglo XXI

10 Agosto 2020

Desde este año la nueva cara de la filosofía forma parte del sistema educativo. En este contexto la filosofía debe ser capaz de examinar críticamente las bases del sistema en el que está sentada.

Diego Montoya >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Invitado

Este año ha tenido distintos hitos históricos, uno de los más relevantes en el ámbito educativo es la modificación curricular del 2019 (CNED, Acuerdo 057/2019) que permitió la incorporación de un renovado plan de filosofía, incluidos liceos técnicos y artísticos (tal como era antes de la reforma de 1998). En el ambiente público, quedo la sensación de que filosofía estaba usurpando un terreno que no le era propio, teniendo en consideración la disminución horaria de otras asignaturas, como lo fue el caso de historia y educación física. Sin embargo, en el ambiente filosófico los argumentos estaban sobre la mesa desde el 2016.

Rosario Olivares, vocera de la red chilena de profesores de filosofía (REPROFICH), sostuvo que: “Vivimos en una sociedad individualista que le cuesta mucho preguntarse lo que nos pasa. La filosofía nos da la posibilidad no solo de preguntarnos, sino que de dialogar con otros y otras la forma de construir una sociedad distinta”. Por su parte, Patricio Mena, presidente de la asociación chilena de filosofía (ACHIF), sostuvo que: “(…) fueron importantes las columnas de diversos colegas, que hacían ver la relevancia de la Filosofía como un ramo base para la capacidad crítica y reflexiva, para la formación ciudadana”. Adicionalmente, en el comunicado del 2018 de las dos instituciones anteriores y las universidades chilenas, se planteó: “(…) la filosofía es transversal a cada área de ocupación, y fomentando un análisis crítico de la persona misma y de sus propios intereses, brinda también la instancia para un desempeño comprometido y en pos de la excelencia en la actividad que se ha optado llevar a cabo en la vida”. Dicho esto, lo argumentos podrían resumirse en tres, a saber, su incorporación permitiría: 1. Mejorar la formulación de preguntas y el diálogo activo y constructivo, 2. Desarrollar la capacidad crítica y reflexiva, teniendo como foco central la ciudadanía y, 3. Analizar transversalmente cada área de ocupación (si pensamos en liceos técnicos y artísticos) fomentando el examen crítico y progresivo en el tiempo de los intereses de cada persona.

Ahora bien, desde este año la nueva cara de la filosofía forma parte del sistema educativo. En este contexto la filosofía debe ser capaz de examinar críticamente las bases del sistema en el que está sentada, pensemos que, en el nuevo enfoque educativo, llamado las “habilidades del siglo XXI”, la filosofía forma parte de un engranaje mayor. Desde una mirada crítica, este enfoque educativo está poniendo un énfasis no equilibrado en las habilidades de los estudiantes, como si fuera la solución final frente al conflicto curricular previo, determinado por los malos resultados en las pruebas estandarizadas, dejando a un lado la deficiente formación en investigación y en lecto-escritura de los estudiantes. Adicionalmente a esto, como corolario busca construir un perfil de ser humano competente y preparado a los nuevos desafíos económicos y tecnológicos del siglo XXI. En definitiva, podemos preguntar legítimamente: ¿se pueden enseñar habilidades del siglo XXI cuando no se cuenta con un aparato conceptual mínimo?, ¿las habilidades del siglo XXI son las habilidades de un joven norteamericano, europeo o chileno? Parece ser, que nuevamente estamos viviendo un proceso de apropiación cultural (arbitrado por estándares internacionales) que si viene cierto aún no ha demostrado ser defectuoso, pretende instalarse sin un proceso de aprendizaje adaptativo, como si la educación pudiera cambiarse de un día para otro.

Bajo esta lógica, la respuesta del nuevo modelo educativo parece indicarnos, que: si el problema en la formación de los estudiantes es teórico (escritura y lectura, y sus derivados), entonces a través de un enfoque práctico (habilidades del siglo XXI) se podrá nivelar la formación de los estudiantes, independiente de la naturaleza de su establecimiento, mejorando los estándares educativos a nivel nacional. De lo anterior, podrían surgir algunas preguntas: ¿El nuevo enfoque educativo tiene como prioridad a los estudiantes o su perfil economicista-tecnológico?, ¿Una filosofía al servicio de las habilidades del siglo XXI permite tener ciudadanos más escépticos y críticos?, ¿Con el actual enfoque, los estudiantes desarrollaran su capacidad crítica y reflexiva? Estas preguntas, no pretenden rechazar el cambio curricular a priori, solo pretender sentar una pausa necesaria y reflexiva, para pensar cual deber ser el rol que esta nueva filosofía debe cumplir en nuestros estudiantes, para llevar a cabo un proceso original y adecuado a su realidad y necesidades.