Opinión: De plebiscitos y consultas ciudadanas

Opinión: De plebiscitos y consultas ciudadanas

14 Octubre 2016

El plebiscito puede ser utilizado para complementar los oficios de una democracia representativa y entregarnos la capacidad de decidir sobre una determinado tema que puede ser muy sensible para la vida social.

Andrés Gillmore >
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Plebiscito evoca a desarrollar una resolución a partir de la pluralidad de votos directos, para que la ciudadanía pueda expresarse por una determinada propuesta de los representantes constitucionales, a partir de la formula si y no. El plebiscito es por sobre todas las cosas un mecanismo de lo que se denomina una democracia semi directa y puede ser utilizado para complementar los oficios de una democracia representativa y entregarnos la capacidad de decidir sobre una determinado tema que puede ser muy sensible para la vida social. Los plebiscitos pueden ser vinculantes, determinando que el resultado debe acatarse obligatoriamente y por otro lado están los consultivos, donde el resultado solo es considerado como una opinión más dentro del espectro, que los dirigentes tomarán en cuenta para definir la decisión final.

Las consultas ciudadanas son un mecanismo de participación contemplado en el artículo 73 de la Ley 20.500 del año 2011, sobre asociaciones y participación en la gestión pública, buscando saber la opinión de los ciudadanos sobre planes, políticas y programas de gobierno, invitándolos a participar y dar sus opiniones para mejorar la gestión pública en determinados temas de índole comunitario.

Estos formatos siempre han generado un amplio debate en la sociedad y muchos lo consideran como la solución final a los problemas que salen a relucir en democracia, cuando se deciden leyes y reglamento y en el último tiempo, megaproyectos. Los académicos y los seudos especialistas en el tema, no han tenido la capacidad hasta los días de hoy, de manifestarse a favor o en contra de estos procesos. Algunos han advertido que el debate no ha tenido la capacidad de distinguir sobre cuál es el instrumentos plebiscitario más adecuado, que permita solucionar realmente los problemas de la representatividad democrática y dilucidar lo que realmente se quiere. Lo único que se puede decir en forma positiva, es que cuando se decide por estas instancias es que algo no ha funcionado bien y necesita ser revisado.

El tema de los plebiscitos y las consultas ciudadanas, comúnmente salen a relucir cuando los gobiernos toman decisiones dictatoriales y presentan soluciones que globalmente pueden ser consideradas bajo ciertos aspectos buenas, pero que en los detalles son ambiguas, poco realistas y afectan a la población de manera muy negativa; o como sucede en la actualidad, cuando los líderes no representan lo que deben representar y no son creíbles para la ciudadanía. A favor de los plebiscitos puede decirse, que de una u otra forma, su ejercicio fortalece la democracia al revitalizar la participación de la ciudadanía, que vigoriza las iniciativas y en muchos aspectos las libertades ciudadanas y acelera la toma de decisiones, ante gobiernos demasiado influenciados por intereses foráneos.

En la otra cara de la moneda, los que son contrarios a los plebiscitos; sostienen que es un instrumento que conduce a un populismo desenfrenado. Opinión que en la actualidad ha adquirido mucha relevancia, ante la falta de líderes consistentes, competentes y creíbles, donde siempre esta la posibilidad que se elija un líder que dice lo que la audiencia quiere escuchar; y bien sabemos que no todo lo que la ciudadanía quiere escuchar es realizable y que estos intereses de esta forma, pueden ser capturados por grupos de interés denominados poderes fácticos, reduciendo el nivel de deliberación, impidiendo los acuerdos políticos, que de una manera u otra terminan debilitando la democracia y los derechos fundamentales que con tanto esfuerzo se han ganado con la democracia.

La discusión esta falta de un adecuado respaldo académico, que queramos o no, es lo que todo proceso necesita para ser creíble y que a largo plazo se transforme en una herramienta sustentable y respetado por la opinión pública, de los posibles beneficios sociales de plebiscitar o consultar determinados temas. Sobre todo si consideramos que nuestra joven democracia, no tiene literatura constitucional que permita entender lo positivo y lo negativo de los plebiscitos y las consultas ciudadanas.

Una visión positiva de los plebiscitos lo encontramos en la experiencia Suiza: demostrándonos que el proceso puede operar como una herramienta significativa y superar el oligopolio producido por los intereses creados, que como todos sabemos, la mayoría de las veces están en contra de las necesidades reales y que muchos de nuestros políticos, tienden a ser vasallos de las grandes empresas transnacionales. Pero en el caso Suizo, no podemos desconsiderar en esta ecuación, que sus habitantes tienen un alto nivel de educación y tiene un gran interés en participar en los temas públicos y se informan como corresponde; realidad que marca una profunda diferencia con nuestro Chile.

Los casos recientes de Inglaterra con el Brexit y el de Colombia, con el acuerdo de paz que no resultó; han puesto sobre la mesa el serio problema que representan los plebiscitos y las consultas ciudadanas cuando no son bien procesadas, donde muchas veces los sentidos comunes no son respetados como todos pensaron que serían. La gran problemática es cuando estas herramientas son mal formuladas y se transforman en un arma de doble filo para la misma sociedad que utiliza estos mecanismos como solución.

Lo que no se puede olvidar, que cualquier plebiscito o consulta, no deja de ser en el fondo una elección como cualquier otra, solo que en este caso de una idea y todos sabemos, que las elecciones no las ganan las buenas ideas. Los que ganan, son las buenas campañas y las bien financiadas y eso nunca ha sido sinónimo de lo mejor. Que una gran mayoría apoye una idea, no significa que sea lo mejor, lo más adecuado o lo más acertado para una sociedad. Perfectamente puede ser todo lo contrario y solo ayudar a una parte mínima de esa sociedad, o que el resultado este manipulado al entregar la información con que se determina.

En Inglaterra los que votaron a favor del Brexit, fueron mayoritariamente mayores de 55 años, que poco y nada les interesa las relaciones comerciales, el poder ir y venir libremente por Europa; en el fondo lo único que les interesaba, era restringir la migración. En Colombia, los que votaron en contra del acuerdo de paz, fueron los que vivían en las zonas urbanas, alejadas de las zonas de guerra. Los habitantes del mundo rural, que han vivido la guerra en sus mismos territorios y sufrido con esta terrible y macabra realidad; votaron a favor del acuerdo de paz.

Recuerdo perfectamente la discusión que tuve por un par de años en Aysén como representante de la cuenca del Baker, con gente que querían a toda costa hacer una consulta ciudadana para dilucidar el tema de HidroAysén. Explique muchas veces, que transitar por ese camino era un riesgo y que el escenario de una consulta ciudadana era el escenario ideal para la transnacional, al poder contar con toda la financiación posible para lograr su objetivo, sobre todo si contaban con programas de radio, publicaciones y la posibilidad cierta de llegar con su discurso ideológico a todos los pobladores y hacer puerta a puerta con decenas de empleados, con promesas de cursos de capacitación, trabajo, reducción de las cuentas de energía, el otorgamiento de becas de estudio, apoyar proyectos de cultura a quien les solicitara y Pymes.  


En esos años nos dimos el trabajo de hacer un estudio, que dio como resultado, que si HidroAysén tuviese que enfrentar una consulta ciudadana, hubiese podido perfectamente depositarle un millón de pesos a cada habitante de Aysén, si eso ayudaba a consolidar el proyecto y que perfectamente en caso de ser necesario, podría subir la oferta a dos millones de pesos, sin que ello representase un gran gasto para la transnacional. Sobre todo si consideramos que el proyecto se inició con una supuesta inversión de dos mil millones de dólares y que con el pasar del tiempo, igual estaban dispuestos a desarrollarlo por 13 mil millones de dólares y seguir lucrando con la intención.

En el mundo actual de intrincadas democracias, en que la gran mayoría carece de representación y los gobiernos están bajo el dominio de las grandes transnacionales globales y se accede al poder con supuestas mayorías y se gobierna con portentosas y definitivas minorías, en sociedades con ciudadanos que poco les importan los procesos, los formatos y los protocolos para lograr la ansiada sustentabilidad social y ambiental, poco interesados en informarse como corresponde para votar y legitimar o deslegitimar los modelos de gobernabilidad. Estos ciudadanos terminan transformándose en carne de cañón manipulable, para que los intereses creados de las mega empresas globales logren sus objetivos y destruyan nuestra realidad.

En el nuevo escenario del mundo digital globalizado de las redes sociales, hace que sea imposible imponerse por la fuerza como en el pasado. Con esta realidad la idea de plebiscitar y hacer consultas ciudadanas, se transforma en el nuevo formato de sustentación para las transnacionales, otorgándoles la tan anhelada legitimidad y por lo tanto, se ha transformado en el gran objetivo.

En nuestro querido y amado Chile, esto se ha entendido a cabalidad. Tanto es así, que el ministerio de Energía esta por presentar antes de finalizar el mandato del actual gobierno, una ley, que se se ha denominado de asociatividad. Que permitiría asociar municipios con transnacionales y hacer consultas ciudadanas para legitimarse ante las comunidades y saltarse los EIA (Estudios de Impactos Ambientales) que tanto complican a los megaproyectos energéticos y esconder información estratégica. Esto bajo todo punto de vista es peligrosísimo para la sustentabilidad del país y su proyección de futuro. Sobre todo si consideramos que el ministerio de energía, lo que realmente desea, es apoderarse de los ríos del sur austral del país y represarlos con muros de contención y embalses.