Migración centroamericana: donde la violencia y el delito no conocen de fronteras

Migración centroamericana: donde la violencia y el delito no conocen de fronteras

14 Diciembre 2014

En Centroamérica, estos flujos están generando dinámicas perniciosas -ligadas a la violencia y el delito organizado- que ponen en riesgo la vida de los migrantes y amenazan con destruir sus núcleos familiares.

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El fenómeno migratorio de Centroamérica hacia los Estados Unidos ha tomado proporciones alarmantes. Una migración que entre 1970 y 1980 fuera impulsada principalmente por la inestabilidad política, y los conflictos armados; hoy en día se ve sopesada por la falta de oportunidades económicas y altos grados de violencia que se viven en el istmo centroamericano. Datos del Inter-American Dialogue (2014) nos indican que más de 100.000 centroamericanos ingresan anualmente a los Estados Unidos, muchos de ellos de forma irregular; es decir sin la documentación o autorización requerida por el país de tránsito o destino.

Las causas que originan el movimiento migratorio en la región son muchas. Algunas de las principales razones identificadas son: la demanda estacionaria de mano de obra no calificada, la reunificación familiar, y protección ante la presencia del crimen organizado y altas tasas de homicidio en los países de origen (Inter-American Dialogue; 2014).

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Datos demográficos de inmigrantes irregulares que residen en los Estados Unidos estiman que, aproximadamente 6.720.000 proceden de México; en un distante segundo lugar aparece El Salvador con 690.000 y luego Guatemala con 560.000, Honduras por su parte ocupó el 4to. lugar con 360.000 inmigrantes (ProCon;  2014).  Sin embargo su caso es atrayente, pues la historia migratoria de este país es mucho más reciente; cobrando fuerza a partir de la llegada del huracán Mitch en 1998.

El Caso de El Salvador

Si bien es evidente que cada país centroamericano tiene sus propias dinámicas migratorias según su contexto, vemos interesante compartir el caso de El Salvador para su análisis. En el 2009, debido a la crisis mundial, la economía de este país sufre una deceleración económica que ha presentado una recuperación lenta en los últimos años; contrapesado por un aumento del crimen y la violencia que afecta negativamente la calidad de vida de los salvadoreños al mismo tiempo que desestimula el desarrollo socio-económico del país (Banco Mundial, 2014).

En el ámbito social, estudios demuestran que la mitad de los salvadoreños conoce a alguien que ha migrado mayoritariamente sin la documentación migratoria requerida por el país de origen.  Uno de cada cuatro salvadoreños -principalmente hombres jóvenes- son los más interesados en migrar a otro país por culpa de la violencia e inseguridad. Según encuestas realizadas en el último año, los salvadoreños perciben a la falta de oportunidades económicas como el impulsor más importante e inmediato de la migración de sus conciudadanos, representando el 47% de las respuestas. Le sigue la violencia -medida en cantidad de homicidios intencionales- con un 28% del total. Ambas razones significan en conjunto el 75% del causal de las migraciones. El restante 25% lo compone la aparición de una oportunidad de trabajo en los Estados Unidos, la reunificación familiar u otras causas (Inter-American Dialogue; 2014).

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A nivel económico, los modelos de desarrollo implementados han hecho al país “vulnerable y/o excluyente” (Inter-American Dialogue; 2014. Pag 9) para sus ciudadanos, lo que provoca que un 40% de la población viva bajo la línea de pobreza. Aunado a esto, están los niveles de violencia experimentados en dicho país que también son de los más altos en la región a causa del crimen organizado. Según datos del programa de las Naciones Unidas de Lucha contra el Crimen y las Drogas (UNODC) en el periodo 2012-2013 El Salvador alcanzó la cifra de 40.2 homicidios por cada 100.000 habitantes, colocándolo en el tercer lugar centroamericano después de Honduras y Belice. Este -al parecer- no es un hecho casual; datos del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (DHS siglas en inglés) revelan una coincidencia temporal entre las deportaciones de salvadoreños con antecedentes criminales y la proliferación de organizaciones delictivas en dicho país.

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