Politzer y Urrejola: escribir sobre mujeres

Politzer y Urrejola: escribir sobre mujeres

13 Marzo 2011

Cuando abortos, divorcio e isapres son temas que marcan nuestras portadas, más que nunca pesa detenerse sobre el desafío de escribir sobre la mujer.

Maitetxu Larraechea >
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Dos tremendas periodistas publicaron el año pasado sobre otras grandes chilenas. Patricia Politzer escribió sobre Bachelet navegando mundos masculinos y Carolina Urrejola entrevistó a un abanico amplio de compatriotas destacadas.

Me perdonan el chilenismo, pero ni Urrejola ni Politzer son periodistas que le arranquen a la jeringa. Era esperable que celebraran a las mujeres y también que denunciaran las tareas pendientes, las desigualdades, incluso cubriendo las culpas femeninas al respecto.

No es fácil escribir sobre mujeres hoy y, como periodista joven, me comió la curiosidad por saber cómo lo harían estas dos reconocidas entrevistadoras. No es fácil porque, al tiempo que úteros, abortos y sueldos injustificadamente recortados se comentan todas las semanas, la línea entre la justa reivindicación y la pataleta adolescente se hace muy sutil.

Tomar la bandera y decidirte a conversar estos temas a veces te cuesta una mirada incómoda de tus pares. No porque no te encuentren razón, si no que porque es incómodo hablar de la disparidad de género.

Es incómodo pero, si incomoda, es porque importa.

Patricia Politzer creció creyendo que obviamente toda mujer podía trabajar y usar pantalones, y por eso nunca procesó mucha retórica feminista. Pero luego, desde su carrera como periodista política, desde su arena, reparó en Bachelet. Desde su expertiz descifrando gestos, miradas, manos de políticos, reparó en Bachelet y en su habilidad para moverse en espacios masculinos.

Además, la alertó lo que ella llama “el ninguneo” hacia la persona de Bachelet. Entonces se detuvo, le dio una vuelta, y terminó escribiendo un libro que se concentra en el acontecer de esta mujer que llega a la presidencia de un país que es demasiado conservador como para combatir su propio sexismo. “Yo estuve fuera de Chile los primeros 6 meses del gobierno de Bachelet”, cuenta. 

“Cuando llegué, me chocó el trato, el ninguneo, el menosprecio a la Presidenta Bachelet, cosa que no había visto nunca en mi carrera profesional. No hablo de la crítica política, a la que ningún presidente puede restarse, hablo del ninguneo a ella como persona. Eran críticas no a malas decisiones, ella era incapaz, ella era indecisa, ella no tenía liderazgo. Y eso me chocó”.

Luego de tres años de observación y uno y medio de investigación periodística, publicó “Bachelet en Tierra de Hombres”. El título dice todo: luego del estudio, se hizo patente que algunos desafíos a enfrentar por Bachelet se remitían exclusivamente a su condición de mujer: “cuando empecé a hacer el libro no pensé que el telón de fondo iba a ser el tema de género. Fui progresivamente descubriendo cómo este ninguneo se expresaba desde una mirada patriarcal, machista, con todos los códigos asociados. Y ahí surgió este telón de fondo que recorre todo el libro”. Carolina Urrejola tuvo otra experiencia al redactar “Chilenas”. 

Para ella, el que ser mujer pueda volverse una carta clave para el desempeño de un individuo es un hecho algo más evidente. Cuenta que siempre se ha mantenido atenta a discusiones y estudios sobre género y sobre reivindicación, y que no le causa mayor problema usar ese vocabulario: “no tengo mayores complejos por parecer radical, tampoco. Yo siempre me he mantenido atenta a estos problemas, no es algo nuevo para mí. Creo que nuestra generación le ha hecho algo de daño a los asuntos de género al escaparle a su vocabulario. Caemos en eso de “oh, si se habla en particular sobre la mujer también estamos discriminando” y no creo que sea un buen camino. Como decía Susan Sontag, mientras seamos minoría aún queda trabajo por hacer”. Me siento bastante en casa al escuchar esto, pero me pregunto hasta dónde.

FEMINISTA: qué palabrota más densa

Nada más difícil que declararse feminista, pienso. Pero ¿cómo hablar de igualdad de género saltándose el hecho de que fueron ésas peludas marchando sin sostenes las que hoy nos permiten pensar en un postrado? Si agradecemos su trabajo, si sabemos que las preocupaciones que como mujeres tenemos hoy están en relación directa con las tareas pendientes que ellas nos dejaron, ¿por qué escaparle con tanto terror a la palabra “feminismo”?

A mí me cuesta esa palabra. Feminista. Me la cuelgo al cuello día a día, pero es una capucha que me cuesta. Disimulo el escozor, pero eso ya es teatro.

“El feminismo ya no está de moda”, me dice Patricia, “sin embargo, más allá del título, lo relevante es que en Chile, como en muchas partes, sigue habiendo una tremenda desigualdad”. Y entonces es cuando me sorprende: “si feminismo va a ser la ideología que se ocupa de esa desigualdad, no tengo ningún problema con ella, lo que no significa que uno tenga que ser antihombres o algo por el estilo”, explica.

Una vez más, veo, se trata sólo de un problema de estereotipos. “Y de que no hayan modelos “correctos” e “incorrectos” de cómo ser mujer”, agrega Urrejola. “Quizás era necesaria la fuerza de choque que ellas fueron para visibilizar estos temas, pero encuentro un poco injusto cómo se resignificó. Se redujo a una serie de imágenes muy planas”, dice. Resignificar, pienso. Evolucionar. Entender que los movimientos, como las personas, cambian a través del tiempo, y que las asociaciones automáticas no siempre son buena idea. Sella Urrejola: “El movimiento puede actuar renovándose a los nuevos tiempos, a las nuevas preocupaciones y los nuevos contextos, y eso es lo que importa”.

IMPORTA EL SER HUMANO

Politzer explica que su amistad algo más tardía con el feminismo no necesariamente parte desde las causas feministas en sí, si no que desde una preocupación profunda por el ser humano: “mis libros, si bien han estado relacionados a la política, siempre han estado cruzados por una preocupación por el ser humano. Me interesa observar cómo el ser humano se inserta en los procesos políticos. Mi libro sobre Altamirano, y sobre Lagos, todos tienen esta preocupación, la de buscar cómo las personas viven su historia, y con Bachelet la escritura también partió desde ahí”.

En Politzer, fue la observación profunda de la humanidad y los problemas de Bachelet lo que la acercaron más decididamente a los temas de género y, por omisión, al relajo frente al mote “feminista”. Me pregunto cómo cambiaría la cobertura sobre las palabras difíciles como raza, gay, sero-positivo si aplicáramos todo eso sobre el ser humano y la persona que se repite en las escuelas de periodismo.

BACHELET

No deja de sorprender que, revisando los textos y las experiencias de estas dos autoras frente al desafío de escribir sobre mujeres, aparezca la figura de Michelle Bachelet sobrevolando ambos trabajos. Bachelet inspiró el trabajo de Politzer, sin embargo nunca le concedió una entrevista a la autora. No es parte del texto de Urrejola, pero sí contribuyó con el prólogo. No es menor. No es mejor que esta “coincidencia” en los proyectos esté sellada por la misma persona. En el caso de Urrejola, ése prólogo no fue mayor problema.

Politzer sí tuvo que lidiar con algo más de crítica. La acusaron de entregar “lisonja gratuita”, a lo que ella responde apelando la honestidad de su narración: “creo que en Chile es fácil la crítica, y más difícil aplaudir, y esta investigación a mí me llevó a aplaudir a Michelle Bachellet. Me llevó a un texto que deja en evidencia la admiración que me produjo ella tanto como ser humano, como Presidenta, como mujer. Eso que me fue pasando, efectivamente se refleja en el texto, y tal vez eso es lo mismo que le pasó al 80% de los Chilenos”.

Bachelet, sin embargo, inicia el prólogo al texto de Urrejola absolutamente eliminando del mapa al feminismo como “marca”: “Ni machistas ni feministas, ni conservadoras ni revolucionarias, diez chilenas sobresalientes hablan sobre sus estilos de vida y sus creencias”, escribe. Y sí, dolió. A mí me gusta eso de resignificar en la dirección correcta en vez de borrar las palabras de un plumazo.

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