Analfabetismo Emocional: Cuando no sabemos gestionar lo que sentimos

25 Septiembre 2020

Las habilidades socioemocionales son un componente vital de las habilidades transversales del siglo XXI, es por eso que para lograr una educación eficiente y eficaz debemos considerar a las emociones. 

Andrea Leighton >
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Siempre hemos oído decir que el Coeficiente intelectual (IQ) es un buen indicador para saber si una persona será exitosa en la vida. La puntuación del test de inteligencia, decían, podría establecer una relación fuerte con el desempeño académico y el éxito profesional. Esto no es en sí incorrecto, pero nos ofrece una imagen sesgada e incompleta de la realidad. Como dice Platón: “Todo aprendizaje tiene una base emocional.”

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De hecho, los investigadores empezaron a detectar hace unas décadas que las capacidades y habilidades necesarias para tener éxito en la vida eran otras que iban más allá del uso de la lógica y la racionalidad, y éstas capacidades no eran evaluables mediante ningún test de inteligencia. Es necesario tener en cuenta una concepción más amplia de lo que son las habilidades cognitivas básicas.

Prueba de ello es que empezaron a ganar terreno algunas teorías de la inteligencia que intentaban comprenderla desde ópticas diferentes, como la Teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner, o la Inteligencia Emocional que popularizó Daniel Goleman. Este último define la Inteligencia Emocional como: “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones”. Además afirma que los componentes de este tipo de inteligencia son: Autoconocimiento emocional; Autocontrol Emocional; Automotivación; Reconocimiento de las emociones en los demás (empatía) y Relaciones interpersonales (habilidades sociales).

Frente a aquella definición y sus componentes es que surge la pregunta ¿Alguien realmente pone en duda que debemos educar nuestras emociones para lograr la felicidad por la que luchamos toda nuestra vida? Las emociones son reacciones internas frente a lo vivido, forman parte de cada segundo de nuestras vidas, lo que sucede es que no siempre les prestamos atención. Nadie nos ha enseñado a ser conscientes de lo que sentimos. Entonces, es fundamental que los padres y los sistemas educacionales entiendan que en conjunto deben enseñar a gestionar las emociones desde pequeños. Pero ¿qué pasa si es el sistema educativo está orientado en su mayoría al aumento del CI y muy poco a la educación emocional? Considerando además, que los niños aprenden de modelos y esos modelos son sus padres, adultos que tampoco fueron educados emocionalmente ¿Cuál es el resultado?

Muchos afirman que no es tarea de las escuelas educar emocionalmente, pero cómo no, si las emociones son fundamentales para el desarrollo de la personalidad y ese es el punto de partida de cualquier proceso de enseñanza aprendizaje. Además, debemos considerar todas las experiencias emocionales que los niños y adolescentes viven durante el tiempo que pasan en los colegios y salas de clases. Y si el desarrollo emocional es un proceso continuo en el cual el niño construye su identidad, su autoestima, su seguridad y la confianza en sí mismo y en el mundo que lo rodea, a través de las interacciones que establece con su entorno, entonces ¿Cómo puede concebirse un sistema educativo sin educación emocional? “Educar para la vida” es el lema de todos los establecimientos, y al parecer solo se educa para cifras.

Esto no significa que la tarea de los padres no sea importante, por todos es sabido que, ellos son fundamentales en todo proceso de aprendizaje, son el modelo inconsciente de sus hijos, y en esa inconsciencia quizá es donde está el problema, las emociones para poder gestionarlas deben ser parte consciente de nuestra vida, debemos entenderlas para poder llevar a cabo esta educación con los más pequeños.

Hoy, en tiempos de pandemia, el virus no solo ha puesto a prueba los sistemas, sino que también a nuestra Inteligencia emocional. Nos hemos visto invadidos por muchas emociones (miedo, ansiedad, angustia, tristeza, rabia, etc.) Las emociones negativas son las que hoy protagonizan nuestras vidas y de seguro, en más de algún momento, nos han provocado una crisis familiar, laboral, de amistad, etc. Pero no es la pandemia la que trajo las emociones a nuestras vidas, más bien nos otorgó el tiempo para poder sentirlas y ser conscientes de lo que nos pasa, exigiéndonos gestionarlas para poder encontrar nuestro bienestar y el de los demás. Lamentablemente los resultados nos muestran que han crecido los comportamientos que rayan en lo patológico, como lo son la ansiedad, la depresión, la violencia, los trastornos de sueño, trastornos de la alimentación, etc., los cuales se manifiestan como componentes de un analfabetismo emocional, y evidencian que tal analfabetismo tiene efectos muy negativos en las personas y la sociedad.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió de las consecuencias para la salud mental que está teniendo el coronavirus en el mundo y las que va a tener en el futuro, con un posible aumento de suicidios y de trastornos, e instó a los gobiernos a no dejar de lado la atención psicológica.

Las habilidades socioemocionales son un componente vital de las habilidades transversales del siglo XXI, es por eso que para lograr una educación eficiente y eficaz debemos considerar a las emociones. Debemos apuntar a una educación integral, solo así podremos tener niños, adolescentes y adultos más felices y preparados para enfrentar el mundo.

 “Como seres humanos, todos queremos ser felices y estar libres de la desgracia, todos hemos aprendido que la llave de la felicidad es la paz interna. Los mayores obstáculos para la paz interna son las emociones perturbadoras como el odio, apego, miedo y suspicacia, mientras que el amor y la compasión son las fuentes de la paz y la felicidad.” (Dalai Lama)