Macrozona sur: Arquetipos de la pobreza

Macrozona sur: Arquetipos de la pobreza

12 Enero 2021

El uso y abuso de estereotipos de la pobreza atrae una red de problemas complejos, ya que actúa no solamente sobre la sociedad que los crea, sino también sobre los afectados, generando la discriminación modificaciones en su vida cotidiana y sus manifestaciones socioculturales tradicionales.

Juan Ignacio Cordero >
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La histórica lectura de las dimensiones de la pobreza en nuestros territorios se ha estudiado tradicionalmente bajo temas de las representaciones de sus manifestaciones y orígenes, lo que Bengoa plantea como visión estereotipada del indio.

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Estas expresiones físicas y psicológicas comparativas es una necesidad por diferenciarse del resto, ya sea por color de piel e idioma, definiendo al que no comparte con estas manifestaciones como retrógrado y bárbaro, adjetivos que se ha asociado paternalista e históricamente a la pobreza.

El uso y abuso de estereotipos de la pobreza atrae una red de problemas complejos, ya que actúa no solamente sobre la sociedad que los crea, sino también sobre los afectados, generando la discriminación modificaciones en su vida cotidiana y sus manifestaciones socioculturales tradicionales, lo que conlleva a la marginación que contribuye una diáspora social.

Al entender las relaciones históricas entre lo mapuche y lo occidental (Corona española, Estado Chileno y particulares), nos situamos por tres estereotipos y construcciones sociales respecto a los habitantes del Wallmapu que han ido variando, exacerbando o ralentizando las interacciones, según el escenario donde se lee el tema: Por un lado está el araucano, fruto de la novela épica del siglo XVI, en donde Alonso de Ercilla y Zúñiga crea este personaje heroico lleno de misticismo y extrañeza, creando un rival de fuste para las huestes hispanas; el indio es el insurrecto, el que no responde a lógicas occidentales de entendimiento y de racionalidad, despreciándolo por no poder dominar sus hábitos y costumbres; por último el mapuche es el fruto de la interacción con la institucionalidad republicana, el Estado chileno ha redefinido el concepto bajo la lógica de entendimiento del contexto fruto de la ocupación de la Araucanía y su espacio poder creado (Reducciones).

En este escenario social de cambios y continuidades respecto al diálogo con el “otro”, se genera una crisis identitaria de la pobreza en el territorio, principalmente ligado a la desintegración de las bases culturales de diálogo y entendimiento. Las Reducciones y su proceso de instauración género un hacinamiento en un espacio de muchas familias mapuche, no teniendo tierra suficiente para la agricultura extensiva que tradicionalmente se ha practicado.

Todo lo anterior genera la necesidad de acomodo biológico y económico de buscar nuevos espacios para satisfacer necesidades básicas, lo anterior lo plantea Álvaro Bello en Migración, identidad y comunidad mapuche en Chile. Entre utopismos y realidades. La búsqueda de sobrevivencia para el migrado y su familia es un tema que lo podemos enmarcar en el concepto de “cuestión social”, proceso que conllevó la generación de ghettos en las ciudades, en donde el soporte logístico entregado por el primer migrado da base para que otros vengan y construyan o regeneren redes según procedencia cultural y territorial. Las poblaciones salidas de la Araucanía hacia las principales urbes del país son un grupo heterogéneo, ya que se componen por diversas oleadas de migrantes desplegando una amplia gama de diferencias socioculturales, pero con un matiz general: el ser mapuche.

El problema de lo anterior es que la tierra genera identidad, contexto proveniente de su propia historia y el entorno que lo determina, entendiendo territorio como el espacio apropiado por un grupo social para asegurar su reproducción y satisfacción de necesidades básicas, desde lo concreto o lo simbólico. La relación entre lo humano con el territorio se plantea bajo el concepto de territorialidad, entendiéndolo como el intento de un individuo o un grupo de afectar, influir o controlar lo humano y lo natural delimitando y ejerciendo un control sobre un área geográfica determinada.

Los discursos enfatizan los encadenamientos de situaciones que generan y conforman la pobreza, en las relaciones sinérgicas que potencian los procesos de superación o agudizando la precarización de las familias. Lo anterior complejiza la visión multidimensional de la pobreza con diversas expresiones del fenómeno.

De las relaciones sistémicas se destaca la comprensión de la vivencia de la pobreza como un fenómeno social relativo, en relación a los parámetros, herramientas y redes conceptuales que se utilizan para entender el problema. Desde el enfoque sociocultural del estudio de la pobreza, la ausencia de actores colectivos y comunitarios es una problemática que se puede destacar, entendiéndose desde la perspectiva histórica, como un proceso gradual pero constante de la desintegración de las redes sociales y culturales de las comunidades, fruto de una conformación social basada en valores individuales y centrada en el capital, ocurrida ya desde mediados del siglo XIX con la liberalización de las formas tradicionales de la sociedad fronteriza.

La ausencia de colectivización de lo común se da además de lo anterior, por un proceso gradual de discriminación, desconfianza y negación de la cultura propia por otra liderada y expandida por el Estado desde la ocupación del territorio, proceso que ha sido paulatino pero sin freno a lo largo del tiempo.

Pero desde la lógica de subcultura y exclusión del sistema, fruto de una relación tensionada, se van generando lazos de micro-asociatividad de distintas manifestaciones de identidad de la condición y situación de pobreza, lo que ayudan a defenderse y resistir a los embates de los mecanismos disciplinadores de la pobreza, del poder y del Estado.

Entendiendo el origen caótico del problema, podemos edificar líneas de acción para levantar políticas atingentes y pertinentes en relación a la pobreza y la crisis de identidad de ésta, para potenciar los lazos de asociatividad y al sentido comunitario, socavados por dinámicas de larga duración desde el siglo XIX. La verdad como sociedad es una construcción cultural que se alimenta de vertientes, siendo ellas la memoria y la historia las que nos ayuden a edificar una pluralidad de realidades que nos ayuden a desmitificar ciertos arquetipos fronterizos y redefinir la pobreza sin la tinta con la que se escribe actualmente.