Cartas a un Extraño: A las mujeres de mi vida

Cartas a un Extraño: A las mujeres de mi vida

09 Marzo 2021
La emancipación femenina surge como un grito que fue ahogado por mucho tiempo, se considera poco oportuno que un hombre hable de una mujer ¿realmente podríamos entenderlas? al querer analizar el movimiento feminista ¿era necesario que, nuevamente, tomáramos el rol protagónico a la fuerza?
Carlos Castillo Díaz >
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A mis mujeres:

Pensar en que la vida es justa, siempre me ha parecido una utopía, porque la injusticia se puede ver, oler e incluso palpar en una sociedad que nos muestra a diario de lo que es capaz. Sin embargo, antes de perder de forma definitiva mi esperanza por la humanidad, como un apocalipsis predestinado, hay dos personas que sostienen a este injusto mundo en sus hombros, para mostrarme que hay luz entre tanta oscuridad.

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Mis mujeres, las que me criaron, las que me educaron de distinta manera, pero que no se contradijeron, son los pilares de mi fe en un mundo mejor, son las que mostraron que la fortaleza tiene distintas caras.

Y es que, si nos ponemos a mirar en nuestra vida, ¿no es acaso la mujer el origen de muchos de nuestros sentimientos? una madre, una amiga, una pareja, una hermana, una hija, una conocida… hoy, en un mundo donde la emancipación femenina surge como un grito que fue ahogado por mucho tiempo, se considera poco oportuno que un hombre hable de una mujer ¿realmente podríamos entenderlas? al querer analizar el movimiento feminista desde nuestro punto de vista ¿era necesario que, nuevamente, tomáramos el rol protagónico a la fuerza? ¿podría un hombre escribir sobre una mujer y su rol en la sociedad? desde mi punto de vista, no me parece que pudiésemos lograrlo, por lo mismo decidí que mi único aporte, pequeño pero significativo sería mostrarles a las que me permitieron llegar hasta aquí.

Mi abuela y mi madre son la demostración de lo que significa ser mujer en la sociedad. Las veces que tuvieron que quedar bajo el alero de los hombres, las veces que decidieron reclamar y alzar la voz, la intolerancia única que tienen ante la injusticia e incluso ese amor terco por sus hijos que me ha hecho pensar en que, realmente, nunca podré alcanzarlas. Lo extraño no es eso, si no la forma en cómo me lo demostraron.

Mientras mi mamá se viste con un pensamiento estricto y de una sola línea, sin escala de grises, ni dudas, me enseñó a diario lo que significa sobrevivir en este mundo y cómo las cosas deben cambiar, que estamos en una batalla constante y que día a día debemos luchar, que debo alcanzar la perfección para que pueda ser alguien, una exigencia que me ha pasado más de una mala jugada, pero que me ha permitido usar mis convicciones como un principio intolerante a cualquier hecho que considero injusto, a ser realista y sobre todo a aspirar a más, siempre. Como una espada inquebrantable, que corta hasta el aire si la usas con firmeza y voluntad.

Mientras que mi abuela, con su dulce y hermoso corazón se ha mostrado como su contraria. Siempre entendiendo, siempre apoyando, siempre amando sin exigir más que mi felicidad. La sonrisa de una persona que luchó toda su vida por lo que consideraba justo, la única persona que le he podido decir que la amo sin miedos, sin arrepentimientos, sin importar lo oscuro que sea el mundo. Ella es la armadura que te protegerá de todo golpe, que sanará tus heridas y que procurará que todo daño sea el mínimo.

Puedo decir que la sociedad fue injusta, que no tuve cosas que el resto sí, que la vida quizás no se portó bien del todo… pero no puedo desconocer que fui afortunado entre todos por tener dos tipos de amor, distintos e incondicionales, porque quizás como hombre no podemos entender lo que ellas han tenido que sufrir, ni podemos dimensionar la fuerza de su lucha, pero sí podemos decir lo que cada una de ellas hizo por nosotros, cómo cada una de ellas, se transformó en la luz de nuestra propia oscuridad.

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