La Ruta del Postinor 2

La Ruta del Postinor 2

08 Enero 2008
Con una amiga hicimos esta ruta, y nos preguntamos: ¿En qué quedó la libre y democrática accecibilidad del medicamento?
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En medio de aquellos relajantes días que anteceden a nuestra consumista Navidad, viví (más bien vivimos, pero ya explicaré el porqué de este plural) una experiencia que me tuvo al borde de ser “tía de respeto” (esas tías o tíos que son amigos de la familia, se entiende, ¿no?) gracias a lo engorroso que, en muchas ocasiones, es nuestro sistema de salud.
Pero vamos al grano: sonó mi teléfono y escuché la tímida voz de una nueva amiga (lo suficientemente pequeña como para estar angustiada, pero, a su vez, lo bastante crecidita como para hallarse en esta situación) quien me pedía ayuda, más bien compañía, para la búsqueda de la “pastilla del día después” o el polémico “Postinor 2”. La medida debía ser tomada pronto; ya no estábamos en “el día después”, sino más bien en el “después de después” (este anticonceptivo de emergencia se puede tomar hasta 72 horas después del acto sexual en el cual no se usó otro método anticonceptivo o éste falló). Los minutos corrían de prisa, había que tomar medidas pronto.
Más allá de las opiniones encontradas que se dan respecto de si el Postinor 2 es abortivo o no, el año 2004 el Ministerio de Salud informó que desde el 15 de mayo la píldora estaría disponible en todos los consultorios. En ese escenario partió nuestra travesía.
He aquí la cronología de la búsqueda. Sí, cronología: del “cronos” que nos habla del “tiempo”: hora a hora la “Ruta del Postinor 2”.
¡Partieron!
Con esa voz de “persona un poco mayor que mantiene la calma” que uno debe poner frente a este tipo de situaciones, le dije a Claudia (todos sabemos que seguramente éste nombre no es el de la afectada, pero ¡qué más da!) que se tranquilizara, porque con que fuéramos al consultorio más cercano, en un ratito ella tendría en sus manos la pastilla en cuestión.
10:00 hrs.: Hicimos un flamante ingreso al consultorio y nos encontramos con una amable señorita que nos preguntó en qué podía ayudarnos. Ante el eterno silencio de Claudia no tuve más remedio que preguntarle: ¿Dónde se puede retirar la pastilla del día después? No puedo negarlo, las indicaciones para llegar al lugar de entrega estaban claras, pero con la noticia que nos dio después, tanta coordenada no sirvió de nada: “Para que le demos el Postinor 2, debe estar inscrita en este consultorio y ser parte de FONASA”.
La amable señorita escuchó un “ufffff” de nuestra parte: ni mi amiga ni yo estábamos inscritas en el consultorio (ni en ése ni en ningún otro) y de inmediato preguntamos qué había que hacer para inscribirnos: en primer lugar llevar un certificado de residencia (lo entrega Carabineros o la Junta de Vecinos), un comprobante de residencia, que equivale a una cuenta de luz, agua, gas, etc. de la casa y el carné de identidad… ¿Podíamos obtener los papeles en el curso de la mañana? Sí, pero no servía de mucho, porque…
En segundo lugar había que ser beneficiarias de FONASA y ninguna lo era. De hecho si bien FONASA satisface las necesidades de 11 millones de personas, mientras que las isapres tienen unos 2,65 millones de clientes a nivel nacional, en regiones la distribución de cotizantes es más proporcional: de hecho, un 40,5% de los afiliados de isapres viven en regiones. Ese era el caso de la arrepentida Claudia…
10:10 hrs.: Comenzó la rogativa a la sonriente señorita del consultorio y las preguntas del tipo: ¿No se puede hacer algo? ¿No hay excepciones?, además de los comentarios tales como “Es que no hay mucho tiempo” o “No le puedo creer que acá no nos puedan ayudar…” Las respuestas fueron: Tiene que ir “donde su ginecólogo y pedirle que le extienda una receta”.
Nos preguntamos entonces: ¿En qué quedó la libre y democrática accesibilidad del medicamento? No nos hubiese extrañado que nos solicitaran además los resultados del “Test de Cooper” o de la PSU, o cualquier otro extraño papel. A esas alturas ya estábamos pensando en algún nombre de niñito o niñita...
10:15 hrs.: (Ya en el auto y “llegando a ningún lugar” como cantó Fito Paez alguna vez) Había que conversar con el ginecólogo de mi amiga, pero ella insistió en que no, porque “es el médico de mi mamá” y por más que argumenté a favor del secreto profesional, no la convencí. La otra opción era llamar a los dos ginecólogos que he visto en Arica desde que llegué (sí, sí, no soy ariqueña, por tanto los médicos que conozco son pocos). Respuestas: uno de ellos de vacaciones, el otro con las horas tomadas durante todo el día y “No creo que le pueda dar una receta sin verla…” dijo su secretaria.
11:00 hrs.: ¿Qué hago ahora? Escuché otra vez la asustada vocecita. “Pucha, hay un farmacéutico con cara de “buena onda” en una de las farmacias a las que suelo pasar”, le dije. “Vamos”, fue lo único que escuché por respuesta.
11:30 hrs.: “Está con el día libre” Fue la respuesta de otro farmacéutico… Ante eso no queda más que la “cara de palo”: “Me vende un Postinor 2”. La respuesta fue categórica: “No se vende sin receta, ¿Se le ofrece algo más?”
12:00 hrs.: Café de emergencia para bucear en los recuerdos a ver si había alguna otra alternativa. En el “searching” mental que en estos casos se activa, recordé algo: tomarse una caja de anticonceptivos (de una vez) era lo mismo, así que lo plantee, mientras me imaginaba el descalabro hormonal que eso podía significar para Claudia.
12:05 hrs.: “Sí, vamos a comprar la caja” fue la respuesta inmediata de mi amiga que me hizo tragar el café.
12: 10 hrs.: (En una de las grandes cadenas de farmacias) “Déme una caja de anticonceptivos” (el primer nombre del que me acordé), dije. En ese momento vino mi gran jugada: comenzar a conversar con la farmacéutica acerca de lo absurdo de la medida de vender la pastilla del día después solo con receta. “Claro, así es con los psicotrópicos”. “¡Pero si no es un psicotrópico!” le dijimos, asombradas de la confusión de la señorita, pero que por fin representaba una ayuda en esta jornada: “Hay que tomar sólo tantas (para que no digan que estoy pasando el dato) pastillas para que el efecto sea el mismo del Postinor 2. Ah, y en algunas farmacias más pequeñas podrían ayudarlas…”.
12: 30 hrs.: (Ya en la farmacia de barrio) Haciendo gala de toda la simpatía que uno puede sacar a relucir a la hora de pedir algo “a la mala” nos la jugamos: ¿Tiene la pastilla del día después? Preguntamos. “Sí”, respondió una señora de sus años. “Es que no tenemos la receta y estamos medio desesperadas”, le dijimos, aparte de contarle el episodio “consultorio”.
Bueno, dijo que sí y nos explicó cómo había que tomarla(s), además de su costo: 10 mil pesos.
12:45 hrs.: Ya con la mitad de la dosis en el cuerpo de Claudia, nos despedimos dando mil gracias y yo, después de tanto corre-corre, me gané un almuerzo…
13:30 hrs. y con un mango sour en la mano: Sentadas en el restaurante reflexionamos acerca de lo engorrosa que podía resultar la “Ruta del Postinor 2” y lo que significaba que al ser parte de una isapre o no tener sistema de salud, uno quedase excluido de la posibilidad de recibir la píldora de emergencia, además del alto costo de las pastillitas…
14:30 hrs.: Le recomendé a mi amiga que pusiera la alarma de su celular para recordar que debía tomarse la segunda mitad de la dosis, porque si después de todo esto dentro de un año debía ir a un bautizo, ahí sí que la iba matar.
Fuente: El Morrocotudo, Diario Ciudadano de Arica y Parinacota.