El sorprendente lenguaje de los arboles

15 Junio 2013

Muchas personas hablan con sus plantas y están convencidas de que éstas les entienden. Esto que antes no era más que una teoría, la ciencia moderna lo ha demostrado, de hecho las plantas no sólo se comunican entre sí, sino que también con los animales y las personas.

Juan Lama Ortega >
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Muchas personas hablan con sus plantas y están convencidas de que éstas les entienden. Esto que antes no era más que una teoría, la ciencia moderna lo ha demostrado, de hecho las plantas no solo se comunican entre sí, sino que también con los animales y las personas. El lenguaje de las plantas tiene lugar a diferentes niveles: por un lado a través de las sustancias químicas, a través de las ondas o a través de señales eléctricas. Por ejemplo el bosque dispone de un sistema de alarma que usa cuando los leñadores cortan el primer árbol, al cabo de un rato todos los demás árboles se han enterado. El físico Ed Wagner pudo medir cómo los árboles intercambian información entre sí a través de las ondas W. El las llamó así por la palabra wood que significa madera.

Los trabajos de investigación de un pionero en la investigación de las plantas, Chandra Bosen de la India, practicamente se desconocen en occidente. En la India es considerado como uno de los científicos más famosos de comienzos del siglo XX. Estudió física, química y botánica en Inglaterra y ejerció como docente de física en la universidad de Calcuta siendo físico, fisiólogo y psicólogo todo en uno. Pero uno de los reconocimientos más importantes que tuvo fue comprobar que las plantas tienen una especie de sistema de transimisión de estímulos, comparable al sistema nervioso de las personas y de los animales.

Otra prueba la dieron los kudús, una especie de antílope africano. Algunos de ellos fueron criados en los años 80 en grandes recintos para consumo de carne, cuando de pronto de forma enigmática empezaron a morir todos. Nadie podía explicarse qué estaba pasando porque sólo morían los que estaban en los recintos, los que vivían en libertad no. Era algo misterioso que no pasaba de los límites de los cercos. A los kudús al igual que a las jirafas les gusta comer las hojas de las acacias, por lo que siguiendo ésta línea los criadores empezaron a observar a los animales que vivían en libertad y comprobaron que nunca comían más de 10 minutos del mismo árbol. Después iban a otra acacia más alejada y situada en dirección opuesta al viento, y si no hacía viento buscaban acacías que se encontraran a unos 100 metros de distancia, es decir evitaban los árboles cercanos o aquellos que se encontraban en la dirección en la que soplaba el viento.

Entonces se llegó al convencimiento de que alguna relación tenían los árboles. Al cabo de un tiempo se comprendió que los árboles se comunicaban, sí, los árboles se pasaban información unos a otros mediante gas etileno. ¿Cómo sucede ésto?, El etileno aumenta mucho el contenido de tanino, una sustancia amarga que hace que las hojas ya no sepan tan bien, además a partir de una cierta concentración es venenosa. Por eso los antilopes salvajes se movían buscando árboles no informados, sin embargo los antílopes acorralados no podían elegir. En resumen el sistema de alarma de los árboles fue su perdición.

Estimados lector, despues de saber que los árboles se comunican entre sí, cuando usted vaya a la naturaleza recuerde que todo está traspasado como por un lazo interno. Intente sentir este lazo interno en su entorno. Con el tiempo notará que está por todas partes, y que usted se vuelven más libre sí también se dejar guiar por él. Esto también es botánica medicinal.

Gracias a la palabra profética en la actualidad sabemos que todas las formas de vida están unidas entre sí por el Espíritu de Dios y en constante comunicación. Cada atención positiva y cada forma de reparación del daño hecho puede tener un gran efecto en toda la naturaleza. Por eso salgan a la naturaleza, tomen contacto con los elementos y con las plantas. Observen una planta, huélanla, sientanla. Se darán cuenta de que se sienten más tranquilos, más sensitivos.

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Juan Lama Ortega

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