Opinión: La búsqueda de la felicidad

28 Marzo 2015

En la actualidad la felicidad no ocupa un lugar preponderante y central en la toma de decisiones en las políticas estratégicas de desarrollo económico como debería ser y como un principio fundamental del debate político, dejando de lado la calidad ambiental del entorno territorial.

Andrés Gillmore >
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La democracia es en sí misma la representación de la relación política entre los electores y los votantes, que tienen como objetivo final y supremo encontrar la felicidad de la sociedad en su conjunto y como un todo. La voluntad popular como fenómeno ideológico en la búsqueda de un objetivo no existe realmente, los votantes se mueven por racionalidades no del todo claras y con una diversidad de conceptos que en muchos de los casos son meras ilusiones, extrapoladas en candidatos que la mayoría de las veces no reúnen las condiciones que buscan los votantes y que lamentablemente en muchos de los casos, nos pueden llegar a hacer creer que ellos son la solución a todos nuestros problemas, cuando en verdad eso nunca es así, a lo más, podrán marcar un camino y una interpretación de lo que se quiere con sentido común y con algo de contenido estratégico pero nada más.

Comúnmente y sobre todo en países como el nuestro, los candidatos son atraídos al mundo público, por fundamentos aspiracionales propios y no por el concepto social de querer aportar para el desarrollo de la sociedad como se podría pensar y cómo debería ser; se involucran más que nada por la posibilidad de lograr dividendos propios, que otras formas no les proporcionan en términos de poder, notoriedad, lo que se denomina en sociología como el estatus simbólico ante la sociedad, para lograr por fines propios la felicidad pero bajo otro prisma y otra sustancia.

Los elegidos comúnmente no tienen nada de representativos y si decimos las cosas como son, nunca han tenido la capacidad de reproducir fotográficamente los intereses de las comunidades que dicen representar. Estas distorsiones tienen incidencias concretas en el lenguaje político utilizado, escondiendo los verdaderos intereses a la hora de tomar el compromiso social ante los diferentes intereses  que dicen representar, que deberían definir las preocupaciones gubernamentales en forma global y las diferentes estrategias de desarrollo que sustentan las regiones; no basta con tener las capacidades intelectuales requeridas, o pertenecer a los grupos sociales con acceso al poder para entrar al sistema político, lo que marca la situación y hace la diferencia propiamente tal son las motivaciones individuales, que llevan a que alguien ambicione un cargo público, obligándolo a tener que prometer intereses aspiracionales y expectativas de vida, que no le pertenecen, que en el fondo no le interesan y que solo las defiende para ser parte y usufructuar del poder que eso conlleva.

En estas variables radica la complejidad de la problemática del poder y la relación con la política y sus organizaciones, sobre todo si entendemos que las ideologías políticas y los mismos partidos políticos son por sí mismo un escondite ideológico de lo que verdaderamente representan y que tienen un mundo oscuro subterráneo que no conocen los votantes y que los mismos no quieren dar a conocer; porque todos de una manera u otra, dicen en el entre líneas que lo que verdaderamente buscan  es  la felicidad y eso al final es el verdadero problema de fondo, porque entrega una definición falsa.

La felicidad sólo se reconoció como tal a partir del siglo 18, antes de eso el concepto no estaba acuñado, en el pasado sólo se vivía sólo para sobrevivir lo mejor posible. A lo largo de las últimas décadas los científicos sociales se han interesado por el tema, porque a partir de su búsqueda, su conocimiento y su concepción social y política, se pueden proyectar estrategias de desarrollo y entender en forma mucho más profunda las motivaciones sociales ante los procesos de cambio que necesita toda sociedad para desarrollarse; podríamos decir fehacientemente que la búsqueda de la felicidad es en la actualidad la energía vital que mueve a la raza humana.

Existen en la actualidad un sin número de informes sobre lo que representa la felicidad para la sociedad moderna y lo que busca cada segmento social y cultural en ello; todos los informes unen inexorablemente la relación de la calidad de vida a la felicidad y como estos dos fundamentos deben guiar las políticas estratégicas de desarrollo social, ambiental, industrial, cultural, etc, transformando la felicidad en un macro gran objetivo.

Lamentablemente en muchas sociedades y en esos en Chile somos pioneros, el concepto felicidad y su búsqueda, ha sido utilizado como una estrategia de manipulación de masas para enriquecerse y con el tiempo nos transformaron en una sociedad consumista por definición, en la falsa creencia que en el consumo encontraríamos la felicidad, haciéndonos confundirla con la autosatisfacción que es algo totalmente diferente y en ese fundamento falso, se encono gran parte del problema que vivimos en la actualidad, ante la colusión de los políticos con los grandes empresarios para sacar ventajas comparativas, ante una sociedad confundida y sin un liderazgo real.

Un elemento clave de la felicidad es el vínculo con el bienestar y la seguridad, que de una manera u otra fundamentan la calidad de vida y la diversidad de sus funciones en las estrategias de desarrollo, que a su vez sostienen la solidaridad social que es una variable de importancia vital para la armonía cultural en la búsqueda de la felicidad. En la actualidad la felicidad no ocupa un lugar preponderante y central en la toma de decisiones en las políticas estratégicas de desarrollo económico como debería ser y como un principio fundamental del debate político, dejando de lado la calidad ambiental del entorno territorial.

El consumo material y la seguridad política de las estrategias de desarrollo aplicadas en Chile, tratan estas dos variables como si estuviesen separadas, cuando en verdad están muy unidas; la búsqueda de la felicidad es inherente y fundamental en todo orden de cosas y dependen fundamentalmente de lograr una equidad balanceada, proporcional y funcional, con una representación política representativa-aspiracional y proporcional ante los objetivos reales de las comunidades.

La educación para la búsqueda de la felicidad se ha convertido en una estrategia real para la obtención de un desarrollo pleno y participativo de la sociedad que busca la felicidad, que va mucho más allá del reciclaje de estrategias educacionales, que dependen más que nada de la actualización de los conocimientos y de la asimilación de los conocimientos como una herramienta eficaz y constitutiva para entender y posteriormente llegar a la felicidad. La educación tiene la posibilidad de ser determinante en el desarrollo social en la sociedad a través del conocimiento y de las múltiples oportunidades que nos entrega el aprendizaje; pero si no contamos con una colaboración real entre el mundo público, político, comunitario y privado, con evaluaciones permanentes, con adecuados debates públicos transparentes, solidarios, veraces y autónomos, los fundamentos se pierden y destruyen la esencia misma de la búsqueda de la felicidad.