Las inconsistencias del obispo Juan Barros

Las inconsistencias del obispo Juan Barros

12 Diciembre 2015

Recién llegado a la ciudad, monseñor manifestaba a los medios de comunicación que “no soy amigo” de Karadima. Semanas atrás, Karadima explicó en tribunales que su último viaje a Francia había sido un regalo de Barros.

Juan Inzunza >
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Yo no soy amigo de Fernando Karadima. Yo ya estaba distanciado de él antes de conocerse lo que la Santa Sede decretó”.

Con estas palabras Monseñor Juan Barros se defendía, recién llegado a Osorno, ante los medios de comunicación de aquellas voces que lo sindicaban como cercano y amigo del sacerdote Fernando Karadima, ex párroco de El Bosque que fue condenado por el Vaticano a una vida de “oración y penitencia” por delitos de abuso sexual y de poder reiterados contra menores.

Sus palabras irían más allá: “delante de Dios que nos está mirando les digo que jamás se me pasó por la mente que ocurrían esas cosas”, decía monseñor mirando hacia el cielo.

Sin embargo, las palabras del obispo perdieron sustento el mismo día en que el propio Fernando Karadima declaraba como testigo en el juicio que Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo iniciaron contra el Arzobispado de Santiago por encubrimiento en casos de abusos sexuales.

Consultado respecto de su relación con Juan Barros, las palabras de Karadima fueron las siguientes: “una amistad muy sincera, él me consiguió un viaje a Francia con el Obispo de Lourdes para mis 50 años de sacerdocio”. Tal parece, entonces, que esa lejanía a la que refiere el cuestionado obispo no es tal.

Luego aparecieron voces de quienes lo conocen desde sus inicios en El Bosque. “Juan Barros estaba parado al lado mío cuando Karadima me abusaba. Además, se besaba y se acariciaba con él”, advirtió Juan Carlos Cruz, uno de los denunciantes del caso y quien, además, ha visitado en dos ocasiones la ciudad de Osorno para compartir con la Organización de Laicos y Laicas y a quien el obispo no abrió las puertas de su casa.

¿No declaró Barros en diversas oportunidades que su compromiso es, primero, con las víctimas y con la verdad? ¿No era esta una ocasión para demostrarlo y haber recibido, precisamente, a una de las víctimas y no dejarlo media hora parado a las afueras de su casa?

Llama la atención, además, que en todas las actividades públicas del obispo (que cada vez son menos) exista abundante presencia policial. Eso, sin contar a un séquito de fieles que acompañan a monseñor y que –como han manifestado miembros de la Organización de Laicos y Laicas de Osorno- golpean y agreden a quienes pacíficamente se manifiestan en contra de él.

No es extraña la cercanía de Juan Barros con la familia uniformada y las fuerzas de orden y seguridad. Hay que recordar que monseñor ostenta el cargo de General de Brigada del Ejército de Chile, cargo al que accedió cunado fue obispo Castrense el año 2004.

Sin embargo, su salida de la familia uniformada tampoco estuvo exenta de problemas. Cuando un obispo deja una diócesis, lo formal es que haya una misa de despedida y todo un protocolo que incluye actividades con la sociedad civil y otras autoridades. En este caso, por instrucciones del entonces Ministro de Defensa, Jorge Burgos, se suspendió la misa y Barros se fue sin reconocimientos de ningún tipo. ¿Los uniformados no lo querían por su cercanía con Karadima? ¿Les daba pudor tener en sus filas a una persona a quien se le acusaba se acariciarse y besarse con el cura condenado? Quién sabe.

El actual obispo de Osorno arrastra el siguiente prontuario: se le acusa de romper secretos de confesión por instrucciones de Karadima en la parroquia El Bosque para atormentar a sus feligreses; se le acusa de encubrir los sucios actos que cometía Karadima; el mismo Karadima explicó en tribunales que su último viaje a Francia había sido un regalo de Barros; se le sindica como un obispo que amedrenta a los laicos y laicas de Osorno y que los intimida con presencia policial en todas sus actividades, entre otras cosas.

La pregunta es: ¿cómo es que un cura con este currículum sigue en su puesto con el beneplácito de la Conferencia Episcopal y con una jerarquía enceguecida que descansa en el famoso “respeto al nombramiento papal”? ¿No se puede equivocar el Papa? ¿No es el Papa que nombró a Barros el mismo que dijo que los osorninos son “zurdos” y “tondos” que arman “macanas”? ¿Qué respeto se puede tener ante los nombramientos de una persona que se refiere en esos términos a un pueblo comprometido con su Iglesia?

Barros sigue sin entender, porque al parecer nunca se lo enseñaron, que la iglesia y el pueblo de Dios son las personas; son los laicos; son los feligreses; es la familia que va a misa; es la gente que mueve a la comunidad y que da vida a sus barrios con actividades parroquiales y de diversa índole.

Lo único que conoce Barros es el poder. El poder que aprendió de Karadima. Esa sensación de ser superior y de saber que la propia voz vale más que la del resto. Lo suyo es una dictadura disfrazada de respeto a un nombramiento papal.

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