81 años cumplen hoy los Carabineros. Amados por muchos y odiados por otros, sin duda es innegable lo imprescindible de su labor en nuestra sociedad. Por lo mismo, y a modo de saludo, compartimos la experiencia de acompañarlos en un operativo de rutina, donde puede pasar de todo, desde perseguir a delincuentes, hasta prestar ayuda a personas perdidas o con complicaciones de salud.

Por esto, ayer a eso de las 17.30 horas llegué a la Tercera Comisaría de Carabineros, ubicada en calle Iquique, Rahue Bajo. Ahí después de conversar con algunos efectivos, se me invitó a recorrer las calles rahuinas a bordo de un vehículo policial. Al mando está el suboficial Luis Villegas, acompañado del cabo segundo Osvaldo Silva y el carabinero Víctor Solís.

Silva conduce el vehículo. Haciendo un alto en su labor nos cuenta que postuló a los 18 años. Si bien tuvo la atracción de postular al ejército, al final nunca lo convenció, eligiendo en cambio la carrera policial. “Cuando tú vez que lo que estás haciendo es una ayuda a las personas y éstas lo agradecen, se siente bien; cuando hay un niño extraviado y lo encuentras y la mamá no sabe cómo agradecerte, es una situación que te llena de satisfacción y que te hace sentir que el camino que elegiste es el correcto”, confiesa el cabo segundo.

Lleva 8 años en la institución, a la cual ingresó en su natal Antofagasta. Por lo mismo, reconoció que, “es un cambio brusco, por que hay que acostumbrarse al frío, a la lluvia. Sin embargo, con el correr del tiempo me he aprendido a aclimatar. No me arrepiento para nada de esta estar acá, Osorno es una ciudad muy bonita y tranquila, con gente sana, transparente, más sincera. El norte es otro mundo, haya es mucho más complejo por que se ve mucha droga, no como acá”, recalcó el carabinero.

La patrulla se dirige a la intersección de las calles Chillán con República. Su tarea es concurrir al llamando efectuado por un vecino de calle Chillán, pues en dicho lugar un menor de edad habría sufrido un ataque de epilepsia.

Al llegar, numerosa gente se congrega en torno al niño, que yace recostado en la vereda. Los Carabineros calman la situación y despejan el lugar para que los paramédicos puedan subir al menor a la ambulancia. La situación se calma y los curiosos se retiran, mientras los policías suben nuevamente al vehículo policial.

Con la marcha nuevamente retomada, el Carabinero Solís, de sólo 21 años, relata que va recién en su cuarto mes de trabajo. “ Es un cambio muy bueno entrar a la institución, he aprendido muchas cosas” reconoce, al tiempo que indica que si bien hay que ser mucho más responsable al actuar, el ser carabinero no ha sido tan determinante en su juventud, que se ha desarrollado de forma casi normal, “a no ser por los turnos”, dice entre risas.

El paseo duró media hora, pero sin duda fue una grata experiencia. El conocer más a fondo a los uniformados, permite sacarse el estigma que generalmente se tiene de los Carabineros, de que son seres fríos y tercos. Más allá de uniforme, son personas y como tales forman parte de una institución que se puede mostrar implacable ante los criminales, pero profundamente sensible ante el sufrimiento humano.